La publicidad se ha convertido en parte en psicología profunda y en parte en teoría estética.
Hoy en día, un anuncio de televisión raramente se ocupa del carácter de los productos. Trata del carácter de sus consumidores. Imágenes de estrellas de cine y de atletas famosos, de cenas elegantes y de intervalos románticos, de familias felices llenando sus furgonetas para ir de picnic al campo, no nos dicen nada de los productos que se venden. Pero nos dicen todo de los miedos, fantasías y sueños de los que podrían comprarlos. Lo que necesita saber un anunciante no es qué es lo bueno del producto, sino qué es lo malo del comprador. Y así, el balance de gastos de un negocio se desplaza de la investigación sobre el producto a la investigación del mercado, lo que significa que los negocios ya no se concentran en hacer productos de valía, sino que se orientan a conseguir que los consumidores se sientan valiosos. El negocio comercial se convierte en una especie de pseudoterapia; el consumidor, en un paciente tranquilizado por psicodramas.
Por otra parte, la función de teoría estética que tiene la publicidad, el empeño en establecer sus cánones de belleza y sus intentos por disfrazarnos.. me superan.