La necesidad de evasión se alarga cada vez más; no puede ser de otra manera cuando la saturación de información llega a un lugar en el que la tarea de autoinformación se convierte en una clasificación de fuentes, en una constante acción de aceptación y rechazo de contenidos, cada vez en mayores cantidades. Llega un momento en el que dejamos de compre(h)ender y solamente leemos (y ya casi ni eso).
Cuando una realidad nos abruma, nuestro mecanismo de defensa actúa. Nuestro cerebro decide viajar a otros momentos, situaciones vividas o imaginarias que anhela y desea. Éste es un mecanismo necesario que funciona muy bien en momentos puntuales pero... ¿qué sucede cuando recurrimos a dicho recurso todo el tiempo?
Quizá debamos dejar de huir.
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