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Es tan mísero que intenta predominar hasta en lo intangible, que pretende resonar hasta la última nota, que demanda hasta la extenuación y roba toda la energía que le rodea, atribuyéndosela como propia. Es agotador, insano.

Se torna triste por no pensar en las necesidades individuales de sus iguales, configurándose así un gran ego que inunda de fluido magenta todo lo asimilable.

Sin embargo, se pregunta de manera constante cómo este ser tan indeseable alimenta sus días, si es por su atractivo color magenta o porque se encuentra absorto frente a su capacidad de captar atenciones...

Es horroroso, sólo quiere que le dejen a solas con su idiosincrasia. Pero no puede desprenderse, así que intenta hacer el ejercicio de comprender para dejar marchar... sin aprehender que es en ese mismo ejercicio en el que se constata su devenir diario.